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domingo, 27 de enero de 2019

Un SACO de CANICAS de Joseph Joffo y un relato de mi abuela


Author: Joseph Joffo
Editorial: DEBOLS!LLO
Year of Edition: 2015

El peluquero Joffo, un honrado judío establecido en el París ocupado por los nazis, decide dispersar a su familia para evitar el cruel y posible destino que les espera. Sus hijos, Joseph (el autor de esta obra) y Maurice tienen, a sus diez y doce años, que sobrevivir solos en un universo desquiciado, en el que la barbarie, la amistad, la picaresca y, sobre todo, el miedo, imponen una sola ley: la supervivencia.





"En la noche sin luz, por las calles desiertas a la hora en que sonaba el toque de queda, desaparecimos en las tinieblas... Se acabó la infancia"



Con esta cita comienza la huida de dos hermanos judíos, Maurice y Joseph de 12 y 10 años, desde París a través de la Francia ocupada por los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial en el año 1942. Esta "aventura" durará alrededor de dos años y medio hasta el fin de la guerra, durante los cuales se sucederán numerosos escenarios que deberán de ir abandonando cuando acecha el peligro. Son los padres de los niños los que deciden estratégicamente que se marchen solos camino de la Francia libre, dónde intentarán reunirse más adelante con sus dos hemanos mayores, Henri y Albert.

He tenido la oportunidad de ver la película que recrea esta novela, escrita por el menor de los hermanos, Joseph Joffo, y, aunque con muchos menos detalles, consigue transmitir lo esencial que reflejan las memorias de "Jo". Sin embargo, en la película se aprecia mucho más el sufrimiento de los adultos y, particularmente de los padres, mientras que durante toda la lectura del libro bajo mi punto de vista, prima la mirada de un niño, sin filtros y esto lo hace único.


Llama la atención cómo entre tanto caos y miedo, a lo largo de los dos años y medio se dan etapas de cierta calma y felicidad en las que el autor se regocija y saborea intensamente. Estos periodos son aquellos en los que se reúne con su familia sobretodo, pero también se observa cuando se encuentra alejado y sólo.

Durante los últimos días lo había olvidado todo, había vivido en medio de mis montañas, lejos de los hombres, con una señora que me contaba hermosas historias, y un granjero que era una buena persona. Pero bruscamente volvía a la realidad y esto me daba un sabor amargo en la boca.

Sin duda, son los actos bondadosos, tanto de los protagonistas como de otras personas que intervienen en la historia, los que más la engrandecen. Son dos niños inocentes y a la vez audaces, que, en ocasiones me han dejado con la boca abierta por el nivel de autosuficiencia a la hora de buscarse la vida y su lucha sin descanso. La figura del hermano mayor, fiel protector y guia del pequeño ha sido mi favorita. Se puede apreciar cómo Maurice es mucho más resolutivo que "Jo" a consecuencia de la edad, de la misma manera que se observa un desarrollo muy acusado en la madurez del pequeño a lo largo del viaje.

Y de repente, he aquí que aquella guerra pensada, hecha por adultos de corbatas siempre muy estrictas, y de medallas siempre más gloriosas, sólo servía a fin de cuentas para empujarme a culatazos a mí, un niño [...] que no había hecho nada, que no conocía a ningún alemán. Esto es lo que mamá había querido decir, y después de todo tenía razón.

El autor nos cuenta su experiencia personal con una autenticidad sobrecogedora. Usa un lenguaje acorde sencillo y cercano, haciéndote sentir como un interlocutor que escucha atentamente su historia sentado en el salón de tu casa. Los hechos, tal y cómo los sintió en su momento, están repletos de verdad. La verdad que los adultos no son capaces de dilucidar, como cuando se trata del sin sentido de lidiar con una guerra. 

Mi abuela de 94 años suele contarme historias sobre su experiencia durante la Guerra Civil Española, cuando ella era tan solo una niña de 12 años. "Un saco de canicas" me ha recordado especialmente a sus vivencias y la manera en que ella dice las experimentó. Me gustaría compartir unas líneas basadas en estas historias, en las que encuentro muchas similitudes con la narración de Joseph Joffo.

"Hacía unas semanas que la niña había cumplido 12 años y una mezcla de inocencia y ganas de vivir emanaban a su paso por la casa. Estaba enfrascada leyendo “En el lejano país de las hadas” que con afecto le había prestado el librero, amigo de la familia. El matrimonio de libreros vivía en el piso superior con sus tres hijos e hija. Ya era primavera y de repente podía escucharse la música escaleras arriba dónde estaba dando comienzo el “guateque”. Los dos jóvenes hermanos universitarios siempre les daban la bienvenida a ella y a su hermana mayor y solían subirlas en sus zapatos cogiendo sus manos al son de la música, dónde aprendieron a dar sus primeros pasos de baile.
Se escuchaban historias. Una noche, sonaba el timbre después de las doce y ya no había vuelta atrás. Así fue cómo la librería dejó de abrir al público y ese último libro nunca fue devuelto a sus dueños. Así fue también cómo cesaron los guateques en el piso de arriba y cómo el vecino o el amigo pasó a convertirse en sospechoso. Si se trataba de personas cultivadas no era motivo de salvoconducto, pero existía una leve posibilidad de salir airoso siempre y cuando ideales que no comulgaran con lo “establecido” no afloraran lo más mínimo y se respaldaran en las relaciones adecuadas.
Ella era una niña cándida, y eso la salvó del sufrimiento. Las noches de “acampada” en los pasillos entre colchones y almohadas amontonadas lejos de las ventanas y a salvo de los disparos en la calle, o el encuentro con sus vecinos en el refugio tras el aviso de que las bombas llegaban, eran para ella una aventura y una oportunidad para reunirse y jugar con los demás niños. Así, cuando el miedo les sobrevolaba de la mano del sonido atroz, especialmente durante los bombardeos de Julio y Agosto de 1936 en Granada, ella ponía casi toda su atención consciente en brincar y corretear. 
Después creció y vino la posguerra, y fue entonces cuando empezó a ser consciente de ese sufrimiento…
Ahora lo sabe, la inocencia la llevó de la mano en el más terrible de los momentos y le tapó los ojos con dulzura." 



Lo primero que se me viene a la cabeza es que sobran las palabras... Pero al mismo tiempo me parece una incongruencia, ya que, en realidad, es todo lo contrario. Joseph Joffo murió en Diciembre del pasado año 2018 a la edad de 88 años, pero me alivia el hecho de que sus palabras permanezcan, las cuales espero que nunca más se pierdan para que nadie tenga que volver a escribirlas.







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