Lunes. Todos entran en
clase apabullados y se reúnen como de costumbre en torno al ventanal del fondo,
el que da al pequeño embarcadero. Es difícil no contagiarse del emocionante
descubrimiento de Pedro. Desde que él afirmó la presencia del guardián de la vieja
barca de madera, nadie volvió a dudar sobre su existencia. Día tras día, noche
tras noche, aquel señor se encontraba protegiendo lo que debía ser su más
preciada pertenencia.
Pasé mucho tiempo
tratando de interpretar lo que vislumbraba a través del cristal; a veces
empañado por la lluvia, a veces aparentemente nítido, en mi constante, aunque
abrumado y confuso intento por distinguir su silueta. Una imagen borrosa,
distorsionada, o quizás un simple reflejo provocado por la momentánea luz de
una mañana cualquiera que prometía ser especial. Una columna de humo blanco, a
la que cuando lograba aferrarme, se desvanecía en una nube de cenizas
invisibles, intangibles. El resto parecía estar satisfecho con sus propias
deducciones. Probablemente era cierto, estaba equivocada, porque nunca
abandonaba aquella búsqueda que únicamente me estaba infundando desasosiego y
tormento. Aquel día diluviaba y me aproximé a la ventana. Ya no tenía
esperanzas de encontrar algo nuevo, era una extraña fuerza la que me impulsaba,
puede que inercia, en mi desesperación por entender, al igual que los demás. Y
resultó ser tan sencillo como danzar con las olas del apacible mar. El contoneo
de mi cuerpo me permitió discernir lo que nadie había alcanzado antes a creer.
No había nadie vigilando el muelle; era el efecto óptico producido por una gran
boya, que siempre guardaba aquella barca. Así que, sólo vigilábamos nosotros. Sólo
vigilaba yo en aquel momento.
A la siguiente mañana
todos volvieron a asomarse para ver al dueño de la destartalada barquilla…
Música: This place is a shelter. Oláfur Arnalds.
Publicado by LetrasInquietas 19/06/2014
Música: This place is a shelter. Oláfur Arnalds.
Publicado by LetrasInquietas 19/06/2014
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