-Capítulo 8-
El origen: las tribus oníricas
El
mundo no siempre ha sido tal y como lo conocemos. Hubo un tiempo en el que las
personas vivían en transición entre Getsebel y la Tierra, manteniendo un
equilibrio en el que los malos sueños nunca atormentaban a su dueño, sino que
únicamente cumplían una función reguladora y de adaptación. La pureza de
espíritu era lo que caracterizaba este lugar, en el que se concentraba toda la
fuerza que daba luz a la existencia, conectando cada diminuto ser que poblara
la Tierra, como parte de ella misma. Pero hasta la más profunda buena
intención, puede volverse liviana y verse quebrantada ante una mala vibración,
convirtiéndose por antagonismo en un etéreo deseo de lo que realmente es y transformando
lo que le rodea en la creencia de pertenecer a algo que se corresponde con lo
que debería de ser. Las tribus se agrupaban en comunidades de acuerdo a sus
habilidades, las cuales les venían dadas por nacimiento. Así, se podía
encontrar la Comunidad del Sustento, cuyos miembros se encargaban de velar por
un reparto equitativo en la cadena alimenticia de la vida, dotando de alimento
o buscando cobijo dentro de la naturaleza para aquellos que lo necesitaban; o
también existía la Comunidad del Disenso que solía proveer armonía y tolerancia
en las relaciones entre diferentes miembros de tribus, salvaguardando la
heterogeneidad, necesaria para mantener el pensamiento sano. Otro ejemplo sería
la Comunidad del Adiestramiento, dónde se transferían los conocimientos, así
como las prácticas imprescindibles para aprender un oficio necesario para todos;
o la importante Comunidad del Scire, responsable del educar el saber más allá del
entendimiento, el saber como una actitud. Entre todas estas Comunidades había
una denominada la Comunidad del Alumbramiento, que destacaba por la extraña
habilidad de sus integrantes de limpiar todas aquellas vibraciones negativas
que a veces se adueñan de las personas a través de los sueños. Dentro de la
misma estaban incluidos los Batidores de la Trepidación, personas que
entregaban su vida a la intensa tarea de cazar toda la materia oscura, es decir
las malas intenciones o sentimientos que amenazaban con destruir Getsebel y los
sueños reparadores. Todos ellos seguían la intuición de una sola persona que
llevaba la pesada carga de filtrar todo aquello que sus compañeros cazaban, la Getsemaní o imago. Ella era capaz de neutralizar cada mal augurio, con
anterioridad a su materialización, disolviendo cualquier posibilidad de asolar
el mundo. Atacaba al origen de la mala energía sin contemplaciones y sólo ella
podía delegar su responsabilidad en otra persona de su elección que poseyera su
misma intuición. Sin embargo, llegó un momento en el que lo que hoy llamamos
pesadillas, se tornaron sueños sin objetivo aparente más que el de hacernos
sufrir, pero su razón de ser iba mucho más allá y su pretensión era romper el
equilibrio. Entonces comenzó a surgir la duda, especialmente en miembros de
tribus ajenas como los tropos que ya
conoces, que consideraban que las tribus oníricas
estaban perdiendo el control y que la realidad estaba cambiando. Getsemaní
vio mermada su capacidad para asimilar todos estos sueños terroríficos que
ponían en entredicho hasta la más básica premisa de Comunidad. Dicen que
llegaron a tomar forma de vibración en su intento por volverse reales y que
hacían temblar de miedo literalmente a aquellos que los padecían. Las
pesadillas cada vez se hacían más potentes y Getsemaní empezó a perder su intuición.
Desbordada por las circunstancias, se fue apagando y no pudo trasladar su
sabiduría a ningún otro miembro de su tribu. A partir de aquí se desarrolló la
creencia de que Getsebel era el origen de todas las guerras que comenzaron
desde que desapareciera el último imago, hasta el punto de cerrarse todas sus
puertas y transmutarse en una ilusión más propia del mundo de los sueños, los
mismos que albergaba antaño. Estos sueños salieron despedidos de su fuente para
morir o refugiarse de generación en generación en los privilegiados
descendientes oníricos. No se trataba sólo de sueños triviales inspirados por
recuerdos o sensaciones concretas, sino de los deseos más puros y profundos que
albergan los seres humanos y, sin los cuáles, no es posible que el planeta
sobreviva. Por esta razón el balance de las nuevas creaciones como puede ser la
tecnología o la industria, se encuentra descompensado y el fin para el que son
usadas inclina la balanza hacia el daño producido, que ya es mayor que el bien
para el que fueron ideadas.
Entre
los defensores de las tribus oníricas ya se encontraban entonces los maqueos, famosos por sus habilidades
curativas a partir de los recursos que les brinda la naturaleza. Además, se
dice que ciertos maqueos nacían con
la misión asignada de asistir a otra persona de por vida, creándose un vínculo
que, de la misma forma que les daba la vida, también se la quitaba cuando éste
se rompía. La última Getsemaní había pasado toda su vida junto a Dalías, un
maqueo que, además de estar vinculado a ella como curandero de su tribu,
también era el padre de su hija única, Miscelánea. Desgraciadamente Dalías
abandonó Getsebel junto a su esposa cuando el vínculo de la vida pasó a formar
parte de la muerte, y se piensa que Miscelánea no sólo con capacidad intuitiva
sino también curativa, se refugió junto a los maqueos que la mantuvieron oculta con la esperanza de que volviera
a surgir la figura de un imago. Los maqueos
conservaron un vínculo mucho más importante que el de cualquier curandero, ya
que las tribus oníricas, perseguidas y brutalmente golpeadas por el destino, se
fundieron con ellos y quedaron embebidas por esta estirpe junto a la
reminiscencia de sus responsabilidades innatas. Por ello, esta tribu también se
encargó de mantener vivo Getsebel en secreto, como única forma de proliferación
de buenas vibraciones dentro del caos que reina hoy en día en el mundo moderno.
De esta forma, aquellos con capacidad para cruzar el portal, se adentran en
ella cada primavera a través de las rocas oscuras llamadas oniris. Pero ahora los tropos
han descubierto este lugar sagrado y se van a encargar de acabar con él.
Cirene
observa a su interlocutor impertérrita, tratando de asimilar la historia que le
acaba de narrar. Entonces Eneas continua para responder a su mirada
interrogatoria:
-
Los tropos piensan que Argo posee
capacidades oníricas y pretenden averiguar cómo dominar esta habilidad de
saltar entre mundos para eliminarla o corromperla. Quizás le correspondiera a
él hablarte sobre su procedencia, pero, dadas las circunstancias, me veo
obligado a hacerlo yo. Argo es un maqueo, al igual que yo.
La
muchacha está observando a Eneas de manera impasible mientras multitud de
pensamientos se agolpan en su mente.
-
Ahora entiendo que el violento
zarandeo en medio del cual despertaba muchas noches no era producto de mis
sueños o, mejor dicho, sí. Pero no alcanzo a entender mi papel en toda esta historia
– expresa la chica preguntando con la mirada a Eneas.
-
Nadie lo sabe aún, Cirene. Eso es
lo que debemos de averiguar. Quizás tú también seas maquea – responde el
muchacho.
-
Eso no puede ser. Hasta dónde yo
sé, como bien me trasladó Argo en su momento, la protección de la planta
sagrada metis sólo funciona ante los maqueos como mujer ajena a la tribu. Y
conmigo funcionó. Lo que está claro es que recientemente ha experimentado
personalmente mi capacidad de acceder a Getsebel… – argumenta Cirene algo
asustada.
-
De cualquier manera, dado que las
tribus oníricas ahora forman parte de los maqueos debido a la fusión que acabo
de mencionar, tampoco puedes pertenecer a las mismas, ya que son una sola –
razona Eneas dubitativo.
-
Pero entonces, ¿a dónde pertenezco
y por qué comparto esta habilidad con ellos? –
vuelve a preguntar la muchacha.
-
Créeme, eso es algo que hasta al
propio Argo desconcertó en el momento de su descubrimiento. Lo más importante
ahora es tratar de sacar a mi tío de esta situación y creo que sé por dónde
debemos comenzar – Eneas confía en que camino de este propósito puedan descubrir
algo más sobre la procedencia de Cirene y sus habilidades, pero se resigna a
dar más información que procesar a la chica en este momento ya que considera
que sería contraproducente con su misión.
-
Entonces sólo dime por qué
apareciste de repente cuando me sacaron de aquella roca y si no es una
coincidencia que tropezara contigo justo antes de conocer a tu tío– increpa la
perpleja Sassa a su sospechoso salvador.
- Los maqueos también somos muy
intuitivos y tenemos la suerte de seguir remotamente conectados a Getsebel – sonríe
Eneas a su interlocutora, pero viendo que ésta no se da por satisfecha concreta
– ¡Soñé que me pedías ayuda!
-
¿En serio? Pero, ¿cuándo y dónde
estaba yo? – enloqueció Cirene.
-
Está bien, ya tendremos tiempo de
hablar más tranquilamente sobre todo esto, ahora tenemos que ponernos en marcha
y te contaré por el camino.
Eneas
y Cirene se disponen a prepararse para encontrar a Argo e impedir que nada malo
le ocurra, entre la lluvia de preguntas por la que la mente de Cirene atraviesa
en estos momentos y las cuáles suelta en voz alta intermitentemente. Eneas las
esquiva lo mejor que sabe e intenta centrarse en lo verdaderamente importante,
aunque ya se ha percatado de lo difícil que le va a resultar dosificar la
información a su persuasiva e inquieta compañera.
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